El vínculo afectivo que se forma entre una mascota y su dueño es cada vez más fuerte por varios motivos que fortalecen ese vínculo. Una tendencia que se ve reflejada en las familias que toman a sus mascotas como propios y los denominan ‘Perrhijos’.
El tema de los animales es un indicador de la importante transformación social a la que estamos asistiendo. Es una transformación de valores y una tendencia hacia una sociedad cada vez más digital y más emocional, donde lo relevante es el sentir y el cómo proyectamos esa emocionalidad.
A esto se le suma la búsqueda de un “calor” animal que contrasta con la “frialdad” de las tecnologías; las características específicas del perro como un ser cariñoso y receptivo al que se puede educar e incluir en numerosos planes cotidianos; y el progresivo envejecimiento de la población.
Una crítica común que reciben quienes hablan de sus perros como un miembro más de la familia es que “humanizan” al animal, un término que, según Sofi Martens, etóloga y psicóloga canina, no es del todo preciso. “El término humanizar está mal dicho porque nosotros hemos humanizado a los perros hace miles de años, lo que sí hacemos a veces es tratarlos como niños y eso, en algunos casos, puede ser antinatural para el propio animal”.
De todo lo expuesto se deduce que cada vez parecerá más lejana la idea de que los perros son solo animales de guarda o de trabajo, y cada vez serán más usuales las escenas que describen las “familias perrunas” entrevistadas, quienes, aseguran, no caen en esa humanización excesiva; dicen conocer perfectamente las necesidades que tienen estos animales, pero se vuelcan al máximo para garantizar que estén cubiertas y disfrutar al máximo de su compañía.