La vida en cautividad a veces no es fácil para nuestras mascotas. Algunos llevan miles de años conviviendo con nosotros, habiendo pasado por un proceso de domesticación, pero otros aún se están adaptando, como es el caso de los gatos, quienes todavía conservan muchas características de su ancestro el Felis silvestris. De hecho, algunos de las situaciones a las que se tienen que enfrentar, pueden causarle problemas de salud, como la depresión.
¿Alguna vez has oído hablar de algún caso de gato deprimido? Al igual que ocurre con las personas, la depresión felina la entendemos como “un estado emocional negativo de larga duración y que puede causar una visión más pesimista de todo”, expresa Ana Anglada, experta en medicina felina.
Un veterinario etólogo diagnosticará a nuestro minino y determinará si los síntomas se deben a una depresión conductual o a alguna alteración orgánica (enfermedad física), ya que los gatos son grandes maestros a la hora de esconder sus síntomas, de ahí la importancia de acudir al experto para que lo revise y obtengamos un correcto diagnóstico.
No obstante, lo mejor que podemos hacer por nuestro gato es intentar prevenir esta situación, para lo cual lo mejor es “crear un vínculo con él a través del juego, el enriquecimiento ambiental y respetando su espacio (no a todos los gatos les gusta que les cojas, acaricies)”, detalla Anglada.
“Un gato que no le gusta que le cojan, si alguien de la familia se empeña en hacerlo constantemente puede crear, primero, una indefensión aprendida en la que el gato se deja hacer porque se ha dado cuenta de que es mejor eso para que termine pronto y, si esta situación se mantiene en el tiempo, el gato puede desarrollar este estado emocional negativo desarrollando depresión”, ejemplifica la experta.
Es importante evitar este estado emocional negativo y, también tratarlo lo antes posible ante cualquier signo del mismo ya que, además de problemas comportamentales, “puede derivar en una reducción de la respuesta inmune y un aumento de la susceptibilidad a enfermedades y la disminución del umbral del dolor (es decir, notan el dolor mucho antes)”, concluye Anglada.